Discurso pronunciado en el marco de la presentación del Archivo Digital de las comunidades LGBTIQA+ y VIH, 1980-2010 el 8 de febrero de 2024 en la Residencia de la Embajada del Reino Unido en Caracas.

Edgardo Mondolfi Gudat

Celebrar la iniciativa que nos convoca en torno al lanzamiento del Archivo Digital de la Comunidad LGBTIQA+ y VIH implica para mí, en primer lugar, decir algo, por muy breve que ello sea, acerca de lo que ha venido a significar la Fundación Red de Historia Digital Venezolana como una creación muy singular en nuestro país.

Hasta donde tengo entendido, y pueda responsablemente sostenerlo, no existe ninguna otra entidad en su género, a nivel local, como la Red de Historia Digital, ante lo que presupone ser el reto, dentro de las tendencias actuales a nivel mundial, de preservar digitalmente el patrimonio cultural escrito de Venezuela. 

Dicho de otro modo: en manos de este recurso tecnológico está la prodigiosa posibilidad de conservar, como nunca antes, la memoria histórica y nuestros acervos documentales y, en este caso, particular, de fortalecer el legado de los movimientos sociales venezolanos.

Sin embargo, no me refiero simplemente en este caso a lo que comporta la digitalización, o la preservación digital de colecciones documentales enteras, sino al hecho de que la Red de Historia Digital cuente para ello con un elenco de historiadores profesionales a cargo de realizar tales proyectos, como es el caso de Andrés Eloy Burgos, reciente ganador de la última edición del premio “Rafael María Baralt” conferido por la Academia Nacional de la Historia y la Fundación BanCaribe para la Ciencia y la Cultura.

Creo que este dato singulariza notablemente la calidad del trabajo emprendido por la Red de Historia Digital puesto que dicho trabajo no se circunscribe sólo a los aspectos técnicos que implica este proceso de suyo tan complejo, cual es el de digitalizar y construir una correspondiente Meta-Data referida al contenido de tales materiales sino, justamente, que ello comprenda también el hecho de contar con lo que significa el ojo entrenado del historiador a la hora de afinar criterios y darle la mayor coherencia y consistencia posible a estos proyectos una vez que alcancen a cobrar su estado de producto final. Esta calidad sólo puede verse garantizada, a fin de cuentas, por la solvencia del historiador de oficio.

Pero además de preservar la memoria documental que reposa en distintos archivos públicos y privados (la cual pudiese verse expuesta al riesgo de la fragilidad o de correr inclusive el peligro que implicaría su deterioro o desaparición) de lo que se trata, y así lo entienden los responsables de la Red, es de cumplir con el objetivo de colocar ese material digitalizado “en línea” para facilitar de tal modo su acceso y hacer que su consulta sea completamente libre.

No cuesta ver entonces que en este detalle está cifrado el propósito de contribuir, tal como lo exigen nuestros tiempos actuales, a la responsable y noble tarea de “democratizar” el acceso al conocimiento histórico. 

Aparte de funcionar como una entidad sin fines de lucro, y sólo para agregar algo más a lo que se refiere al elenco de historiadores que tiene a su cargo, la Red de Historia Digital se ha visto animada también por el propósito de entrenar a ese mismo personal en las mejores prácticas custodiales con el fin de garantizar la perdurabilidad de estos proyectos de digitalización.

Si acaso nada de ello fuera suficiente, la misión y propósito de la Red no se queda solo en lo que acabo de mencionar. Cabría agregar, así sea rápidamente, que esa digitalización, junto a la democratización de sus contenidos, contribuye a estimular nuevos debates y estudios historiográficos, fomentando de tal modo el pensamiento crítico y plural, así como el intercambio de ideas en torno a lo que hemos sido capaces de construir en términos de sociedad desde mucho antes de verificarse nuestros orígenes republicanos.   

Además, tengo el privilegio de haber interactuado con sus dos fundadores desde hace mucho tiempo; una amistad que, dicho sea de paso, antedata la creación de la propia Red de Historia Digital. Me refiero a Marcus Golding y Guillermo Guzmán (el primero fue mi tesista a nivel de pregrado en la Universidad Metropolitana y el segundo, mi tesista a nivel de Maestría y Doctorado en la Universidad Católica Andrés Bello).

De algún modo, las circunstancias nos reagruparon de nuevo en vista de lo que para mí ha significado actuar desde fecha más o menos reciente en el Archivo de la Academia Nacional de la Historia, como Director de ese Archivo, y por haber logrado construir, con la venia de nuestra Junta Directiva, una provechosa alianza con la Red de Historia para la digitalización de algunas de nuestras colecciones documentales.

Menciono por caso lo que fue la digitalización, entre los años 2021 y 2022, de todos los documentos existentes en nuestras secciones Civiles, Criminales, Judiciales e Independencia referidos al tema de los afro-venezolanos en situación de esclavitud, en este caso bajo el patrocinio de la Fundación Alemana Gerda Henkel.

Vale la pena agregar que, en alianza con esa misma fundación, se está llevando a cabo actualmente la digitalización de toda la documentación de nuestras colecciones referidas a la economía del cacao, del café y del tabaco, es decir, de aquellos de los principales rubros que anteceden al predominio del petróleo dentro de la actividad económica venezolana.   

No menos importante resulta mencionar el inicio de otro convenio, a partir de marzo de este año 2024, y bajo el patrocinio en este caso de la Universidad de California, a fin de digitalizar la colección completa de la revista “Elite”, la cual no sólo es muy requerida por nuestros usuarios sino que figura tal vez entre las revistas más relevantes en materia de opinión y sucesos políticos durante el siglo XX venezolano.

En esta misma línea se inscribe (aunque, en este caso, aún sólo a nivel de deseo) el empeño que nos anima de poder digitalizar los contenidos de las revistas culturales patrocinadas por las principales empresas petroleras británicas y estadounidenses que llegaron a operar en el país antes de la nacionalización de esa industria y que, por fortuna, se conservan íntegras en nuestra Academia.

De tales revistas cabe decir que no sólo son igualmente objeto de alta demanda por parte de nuestros usuarios (y, por tanto, de muy frecuente consulta) sino que ponen de manifiesto lo que vino a significar la acción social de dichas empresas y la forma como prefiguraron lo que actualmente es dable llamar “la responsabilidad social empresarial”.   

Sin embargo, existen otros proyectos que la Red de Historia Digital ha desarrollado fuera de esta alianza con la Academia Nacional de la Historia y probablemente uno de los primeros en haber llegado a su estado de total fruición sea éste que hoy se presenta en torno a la Diversidad Sexual y el cual ha contado con el patrocinio directo y entusiasta de la Embajada del Reino Unido en Venezuela.

Me ha tocado en cierto modo ser testigo de estos entendimientos entre la Red de Historia Digital y la ONG Acción Ciudadana contra el SIDA, especialmente de lo que ha significado la labor de preservación que ha corrido a cargo, hasta este punto, por parte de Edgard Carrasco, del universo de materiales documentales ligados al tema del VIH en Venezuela y, por extensión, de la actuación re-afirmativa de sus derechos por parte de la comunidad Comunidad LGBTIQA en nuestro país.

Esta colección que ahora se ofrece acerca de la movilización y activismo que ha caracterizado a dicha comunidad, amén de lo que ya rápidamente he mencionado con respecto a la lucha contra el síndrome de inmunodeficiencia adquirida, proviene de diversas fuentes privadas y reúne material hemerográfico, bibliográfico y audiovisual que abarca el amplísimo periodo que nos separa de la década de 1980. De hecho, semejante acervo documental se extiende hasta esta mismísima segunda década del siglo XXI.

No es a mí a quien corresponda hacer una valoración global de esta colección pronto a verse accesible a través de la WEB. Pero, al menos a gruesos trazos, quisiera poner de bulto lo que implica que tengamos a nuestro alcance, por ejemplo, las sentencias judiciales emanadas en Venezuela en relación al tema del SIDA; o las publicaciones periódicas que surgieron en torno a ese tema durante las décadas del 80 y 90 o, inclusive, videos testimoniales relacionados a la comunidad LGBTIQA en toda la más amplia extensión de sus luchas reivindicativas. 

A fin de cuentas, y para ir concluyendo, este Archivo pone a nuestro alcance la dimensión y entidad de un sector tan aguerrido y militante (en el mejor sentido del término) como ha venido a serlo la comunidad LGBTIQA entre los movimientos sociales venezolanos a la hora de abogar por sus derechos y afianzar sus conquistas.

No menos cabe observar que dicho Archivo está llamado a funcionar como una herramienta efectiva a la hora de generar conciencia al respecto, propiciar valoraciones educativas y transformadoras distintas y, en suma, estimular los cambios de percepción que aún reclama el tema.

Hablamos, a fin de cuentas, de un ejercicio democrático y de una práctica ciudadana en pro del rescate de la memoria histórica y documental de las minorías sociales y, específicamente, de lo que ha sido la actuación de la comunidad LGBTIQA y de lo que han significado sus anhelos y aspiraciones dentro de nuestra sociedad contemporánea.

Desde luego, esta iniciativa es, además, una invitación a emprender futuros proyectos en torno a la memoria histórica de otros movimientos sociales venezolanos.

Si cotidianamente tenemos la obligación de ponernos en pie para evitar que el concepto “libertad” continúe viéndose cada vez más degradado y devaluado, pues con mucha mayor razón nos corresponde respaldar y promover, a través de estas iniciativas, los derechos y aspiraciones de aquellos sectores que pugnan por alzar su voz y hacerse escuchar.

No hay duda de que, en este sentido, la comunidad LGBTIQA puede exhibir orgullosamente lo que ha venido construyendo, tal como lo pone en evidencia este universo de materiales cuya difusión y pronta puesta en red celebramos en la tarde de hoy.

De parte del resto de la sociedad está el deber de apreciarlo así.